EL HOMBRE PRODUCTO
© Fernando Garrido, 23, VIII, 2024
¡Es la economía, estúpido! Apremiaba un conocido eslogan acuñado, al parecer, por Clinton en su vencedora campaña presidencial contra el primero de los Bush.
Por lo que a este opinador respecta, después de casi una vida interesado por la política debo de admitir que me he equivocado tremendamente, que todos los principios teóricos y prácticos sobre los que he reflexionado son mera especulación intelectual, que nada tienen que ver con la dinámica ni el fundamento que subyace en la gestión de la cosa pública llamada política que alguien, con no poco recochineo, identifico como “el arte de lo posible”.
Al menos llegado a este punto, aunque tarde, he podido comprender que de nada sirvieron tantas idas y vueltas, cuando lo de veras sustantivo es la pasta y nada más que la pasta. El resto es accesorio, contingente y adjetivo, sin más fin que extraer, adornar y adorar al vil metal que está en la base y propósito de todo programa o acción política actual.
Eso es la política hoy ¡Es la pasta estúpidos! Y nada más. Admitámoslo.
Algún bobo, émulo de este que suscribe antes de su infeliz epifanía, objetará que son los avances o profundización de la democracia y el progreso o bienestar social de lo que se trata.
Vale, compro cuarto y mitad, pero sólo porque la democracia es el sistema más caro conocido, basado en un endeudamiento público prácticamente ilimitado y por ello en el que más y mayores impuestos se aplican.
Lo peor es que esa fiscalidad ha alcanzado cotas insoportables, abusivas y tremendamente injustas. Tanto que se puede considerar “expolio de estado” que convierte a la Hacienda una institución monopolística e irresistible, asquerosamente voraz que, al transgredir de esa forma los principios democráticos de derecho a la propiedad y libertad para ejercerla, estataliza de facto los bienes y el capital privado.
De otro lado, la intervención e hiperregulación de los mercados, así como de los medios de producción, educación y comunicación, introduce otro elemento corrector que viene a derogar los valores de la democracia liberal.
Y, aún existe una tercera pata que consiste en la perversión de la representatividad y mayorías democráticas, conformando minorías mayoritarias en atención instrumental a banderas y sectores sociales por razón de raza, lengua, genero, volición, credo, etcétera, etcétera.
Así es, resumiendo, como las democracias occidentales caminan definitivamente hacia un sistema hibrido capitalcomunista (¿de tipo asiático?) vehiculado por una socialdemocracia desbocada y totalizadora que, con vocación de partido único, vuelve a la casa del padre Marx, renovándole el mobiliario y las estanterías donde han colocado todas las ediciones antisistémicas escritas en el neo lenguaje de la cancelación, cuyo variado contenido está penetrado transversalmente con la dogmática de la ingeniería social contenida en la cienciología woke y su pensamiento transhumanista, ecológico-animista, cuya lectura y propaganda promete la gratuidad universal para un nuevo Hombre (el humane) con derechos infinitos y bienestares ilimitados.
En fin, alguien dijo que, cuando las cosas son gratis, en realidad el producto eres tú.
O sea, el Hombre como producto: tu vida, tu pasta y tu libertad.