© Fernando Garrido, 8, VIII, 2024
Elegir liberar a Barrabás (no confundir con Barrabés) para condenar en la cruz a aquel bendito e inocente judío de Nazaret, fue la ocasión sine cuan non se hubiese escrito la posterior historia de Roma, ni del Mundo, según la conocemos hasta la actualidad.
Y tal vez no nos haya ido tan mal a la humanidad a partir de aquel fundacional y luctuoso pero salvador evento, al menos a la nombrada civilización occidental.
Otros mesías desde entonces ha habido de toda chusca condición, nacionalidad e ideología. En esta zona ya mal perimetrada del Planeta, que aún se llama Reino de España y que fuese reserva espiritual de Europa, tenemos una factoría de ese género, tan impostado que viene a darnos falsas nuevas para liberarnos del peligro de ser nosotros mismos y renunciar a la libertad con arreglo a no se sabe qué derechos históricos, invasivas solidaridades y convivencias basadas en la sumisión a minorías que, en la nueva democracia avanzada, manejan los cotarros (léase “la pela”).
A decir verdad, tampoco andamos faltos, por eso mismo de “la pela” y del delito, de Barrabases y, ahora sí, también de Barrabeses y Begóñez.
Pero atendiendo a la indigna y bochornosa actualidad, desde hace unas horas, un forajido, insigne mamarracho que calza peluca de clown, merodea en suelo español un parlamento que debería haber sido sembrado con 155 toneladas de sal marina hace varios años. No se hizo -¡Gracias Mariano, gracias Soraya!- y sigue siendo el mismo y peor lodazal, foco, sin duda paradigmático, de delitos y asiento de delincuentes al pillaje de nuestros bienes y patrimonio como nación, al tiempo que nos birlan la irrenunciable humana condición de individuos libres e iguales.
Acatar cualquier ley o norma, como los imposibles 30 Kms. hora o pagar sanciones e impuestos, hoy, en un país sometido a organizaciones criminales que se indultan y juzgan a sí mismas, pervirtiendo todo pacto político, democrático y constitucional, es, en defensa propia, para cualquier ciudadano de bien, perfectamente ilegítimo.
Hoy, jueves ocho de agosto, la investidura de un ser triste; ese Illa, Salvador, el pusilánime y lacónico tirilla que nos mentía mientras se lucraba del uso de mascarillas quirúrgicas, que camuflaba y maquillaba cifras de muertos o que inventaba anónimos comités de expertos, le costará a cada español no sólo la humillación del insulto permanente a su dignidad e inteligencia, sino, por ejemplo, el presupuesto familiar para las próximas vacaciones de verano y subsiguientes.
En fin, no digo más. Hay días en que uno se desayuna cuatro litros de café tropical y le vienen ganas de ser Harry, virtualmente “el sucio”, armado con un Magnum 44, Smith & Wesson 29, para liquidar a los malos bailando con los Pistols un macabro rocanrol.
Hoy es significativamente uno de esos odiosos días.
It´s my way, dear.
BOLA EXTRA