© Fernando Garrido, 20, IV, 2022
Hoy es el día, hoy es la fecha, hoy somos algo más libres que ayer. Hoy quien lo desee puede hacerlo. Puede respirar libremente en una biblioteca, en el cine o el teatro, en el gimnasio o en misa, en la partida del bar del barrio o de procesión por las tascas del centro.
Debo advertir de mi íntima aversión y fobia a ese artefacto, a esa gamuza con asas de goma, la dichosa “mascarilla” que nos ha acompañado como puño en rostro durante dos larguísimos años.
La mascarilla no sólo ha sido un remedio profiláctico frente al contagio sino, como todo lo que cae en manos de gobiernos déspotas, un controvertido objeto de mentiras, de falaces especulaciones científicas, filosóficas y políticas; también de corruptelas, negocio y perversión. Pero además, el maldito antifaz es y ha sido un símbolo exterior visible de sumisión bajo la presión del miedo y el terror propalados dosificada y estratégicamente desde el poder. Por eso mismo, para quien quisiera, sirve de elemento contable para establecer una estadística numérica del aborregamiento social.
La historia está ahí, de decir que no era necesaria y sí contraproducente, pasó a ser imprescindible y prácticamente el único objeto contra el contagio junto a los lavatorios con geles hidroalcoholicos, que nadie ha explicado su eficacia, salvo para aumentar los beneficios de fabricantes, importadores, distribuidores y de la Hacienda Pública. Sospecho que aún hay que dar salida a toneladas de alcoholes y de ahí la razón de su presencia por doquier bajo la recomendación de seguir usándolo. Si la epidermis se queda sin protección debido al efecto disolvente da igual, lo importante es la razón de estado fundada en el dolo pio de un gobierno que sólo dice la verdad mintiendo en primera persona o a través de sus opinadores repartidos por redes y emisoras.
Nunca han contado la verdad. Siempre, como de costumbre, se ha ocultado la realidad.
La mascarilla, si bien pudiera ser de una cierta eficacia para evitar la propagación vírica bajo de terminadas circunstancias, también su uso permanente y continuado durante horas y horas posee no menos efectos perversos para la salud.
Efectos nocivos que han sido silenciados, como por ejemplo respirar el aire viciado que expulsan nuestros pulmones impidiendo la oxigenación, especialmente haciendo ejercicio. De otro lado existen también efectos sicológicos, como los derivados de la fea costumbre que tiene el ser humano de comunicarse interactuando con la expresión del rostro y el tono de la voz.
Por eso, su obligatoriedad ha sido un atentado contra la salud de muchos individuos, cuyos efectos y consecuencias se soslayan sistemáticamente hasta el punto de que nadie, incluidos los afectados, puedan identificar determinadas patologías relacionadas con esa, su verdadera causa.
España fue el último de los países del entorno que determinó obligatorio el uso de la mordaza respiratoria y ahora, también, el último en retirarla.
Otro atropello más que demuestra la incapacidad e incompetencia dolosa de un gobierno a rastras de cálculos propagandísticos y que siempre, siempre, ante cualquier asunto incómodo o del que no tienen ni idea ni saben qué hacer, sueltan invariablemente la misma consigna estereotípica: “lo estamos estudiando”, “estamos trabajando en ello”, para más tarde justificar la toma de alguna decisión en base a la opinión de un consejo de expertos, científicos o chamanes de los que no dan nombre ni paradero, porque no existen.
Todo al final es eso, propaganda exculpatoria de la que en esto son pieza clave pseudo epidemiólogos de plató sin título ni oficio y pingues beneficios, surgidos en la escena mediática igual que espárragos trigueros en la dehesa por primavera, enhiestos y con espinas alrededor que han pedido y piden siempre más y más restricciones.
Muchos de estos clamaban porque continuara el confinamiento inconstitucional (T.C. dixit) , y hoy mismo están diciendo que es pronto para eliminar la mascarilla. Su ideal sería aislar al individuo en una burbuja o vestir al personal de astronauta y rebufando bajo un mascarón como Darth Vaider.
A cuenta de la mascarilla, la China –que nos lanzó el virus- se ha forrado y no se sabe a ciencia cierta si en muchos casos lo que llevábamos era simplemente una gasa almidonada sin ninguna eficacia, fabricada de cualquier modo y con cualquier fibra de trapo para abastecer una demanda frenética que pagaba a cojón de mico el delantal de napias. Nadie puede estar seguro de que lo que llevaba por mascarilla era un bozal elaborado con géneros destinados a la fabricación de bayetas, mopas o mochos de fregona.
A costa de la mascarilla todo tipo de trota despachos, comisionistas e importadores oportunistas se han cebado. Unos conforme a derecho y otros no tanto. No me refiero al caso del señor Ayuso o de los amigos pijos de Almeida, de los que desconozco a que especie pertenecen, sino también a otras docenas de casos en que personas y empresas relacionadas con el poder o cercanos a él, han intervenido en oscuras y lucrativas operaciones millonarias.
Y por su parte, a cuenta de la mascarilla, el gobierno se ha embolsado miserablemente una buena cantidad de euros en impuestos indirectos, es decir se ha lucrado -como les gusta decir de otros- a cuenta del dolor, la enfermedad y la imposición, además mintiendo sobre la imposibilidad de librar de IVA a un producto obligatorio echando culpas a Europa. Es costumbre de la cosa nostra de SNCHZ, mentir en todo y el no ser responsable ni tener culpa de nada.
Ahora la mascarilla que se quiere imponer es un cordón sanitario contra VOX, partido al cual, según la consigna emitida, ni siquiera se menciona por sus siglas, en un proceso de cosificación similar al que se verificó en los momentos más oscuros de la historia contemporánea que creo huelga mencionar.
Cosificar a más de siete millones de españoles y creciendo, es la estrategia gubernamental para despojarlos de su humanidad y por tanto de su legitimidad como votantes suspendiendo su condición de persona y así poder ser destruirlos como objetos nocivos.
SNCHZ I “el ilegal” dice ser la Democracia, pero con él tenemos buena prueba de que la democracia española está, como sus cuentas, técnicamente quebrada. Una exigua mayoría de españoles votaron al plagiario "Pedro mentiras" sobre la base de un programa que a las veinticuatro horas fue incumplido y así ha continuado siéndo cada día, incorporando al aparato de decisión del Estado Ficción socio-comunista a todos aquellos que han pretendido y pretenden destruirlo, bien sea con la violencia de los explosivos y la extorsión, de la ilegalidad, de las turbas envilecidas, del fraude de ley o del crimen y el delito.
La nueva mordaza decretada por el fraudulento SNCHZ contra millones de españoles se llama "cordón sanitario". Y todo lo dicho hasta aquí de la maldita mascarilla vale para esta su nueva y criminal versión. Pero tengan cuidado quienes caigan en la tentación de lucrarse, especialmente ese Partido Partido -presuntamente de derecha- que precisamente lo partió su traición al votante y puede ahora tal vez ser VOX su salvación compartida, o por contrario su condena definitiva. Estén atentos todos, no sea que ese cordón sanitario sea la cadena del sanitario WC, que los españoles tiren de ella con fuerza para que la inmundicia se vaya lejos.