LA HUELLA, EL BILLETE Y LA LUNA
© Fernando Garrido, 7, I, 2024
Puestos a esperar algún regalo que quizás ayer, día de Reyes Magos, no recibimos, lo más inteligente será procurarse lo deseado, sea lo que fuere, poniéndose a la labor de conseguirlo por nuestra cuenta ¡Ojo! Y que sea sin bajar las expectativas. Aunque a partir de ya se rebajen más o menos los precios de todo aquello que comprábamos -o dejamos de comprar- antes del seis de enero. Pero que probablemente no ha -o no habría- colmado de felicidad nuestras vidas, salvo pasajera o fugazmente.
Ponerse manos a la obra es lo que toca ahora comenzado el año. Nadie es perfecto, a menudo tampoco solemos saber exactamente qué quisiéramos, y ¡Cuidado con los sueños! Algunas veces se cumplen, resultando ser, por el contrario, motivo de desvelo y decepción.
En cualquier caso, llevar en el bolsillo un buen fajo de billetes, si no da la felicidad, al menos ahora, el no tenerlo te producirá la satisfacción de no pertenecer a una clase repugnante que contamina el Planeta a golpe de billetera.
No exagero. Así lo certifica el Banco Central Europeo que, aburrido de eludir sus funciones y fabricar dinero de la nada (magia bostezante), ahora se dedica al intrusismo en el suculento negocio paracientífico del siglo: el cambiazo climático ¡Cómo no!
Un estudio (léase, fábula) sobre “la huella ambiental" perpetrado por ese ente supranacional europeo, ha arrojado que cada billete, desde que se pone en circulación hasta el final de su ciclo, contamina una barbaridad que va siendo inasumible.
La verdad es que no sé cómo no se nos había pasado por la cabeza hasta ahora poner el foco en esto: los billetes son nocivos para el medio ambiente ¡Trágate esa! Y lo que compras con ellos también… Así es la cuadratura perfecta de un círculo vicioso. El suyo y para ellos, que suelen practicarlo.
El dato “alarmante” descubierto por el BCE, aunque oírlo dé bochorno o repelús, es que “la huella ambiental media para los pagos con billetes fue de ciento uno micro puntos (µPt) por ciudadano de la zona del euro en 2019" (precisamente el año en que China lanzó su experimento de genocidio vírico) ¡Qué disparate! Dirán sin comprender exactamente de qué va esa cifra. Pero, menos mal, han tenido la deferencia de aclararnos que equivale a “conducir un coche durante 8 km”, y contarnos que las principales causas son el consumo de energía de los cajeros automáticos y la autenticación de los billetes en las tiendas, como también la fabricación de papel moneda, su transporte y procesamiento por parte de los BCN.
Indudablemente, esta ajetreada huella maldita es toda una revelación, inédita desde que el Hombre (llamado Neil Armstrong) pisó la Luna un dieciséis de julio de 1969.
No ha habido huella más celebre que aquella, hasta que nos han descubierto esta huella de carbono humana que habrá de comerse el Mundo. Y según vamos viendo, para que eso no suceda, el Mundo se nos tragará desplumados a nosotros, los infelices parias.