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© Fernando Garrido, 24, XI, 2024
Fue este pasado verano. Una tarde de vinos por Burgos. Alguien que me acompañaba me alertó para que escuchara la conversación que mantenían unos tipos de aspecto norteafricano. Ellos estaban muy cerca, con sus cervezas apoyadas en la ventana de ese bar en la calle Avellanos. Resumo: el uno comentaba al otro las argucias e invenciones que debía seguir sobre su situación personal, a fin de obtener un sueldo para vivir a cuenta de la administración, y añadía que no se preocupase que de eso, en arreglarle el chanchullo, ya se encargaba una ONG.
Esto no me lo ha de contar nadie porque lo escucharon estos oídos. Lo mismo que estos días he escuchado el debate sobre los presupuestos para la ciudad de Burgos, que ha concluido con la expulsión o salida de VOX del gobierno municipal por coherencia y dignidad. Todo a causa de negarse a ser cómplices precisamente de los amaños de esas oenegés, que a partir de subvenciones municipales operan prácticamente en la ilegalidad medrando con los dineros públicos.
Es una lástima esta quiebra de confianza entre ambos partidos de gobierno, que lamentablemente privará a la gestión capitalina de uno de sus mejores activos políticos y humanos. Me refiero al hasta ayer vicealcalde, Fernando Martínez Ácitores.
Me consta, y no solo por sus palabras en el pleno de presupuestos, que esto para él y su equipo ha sido un durísimo golpe. Como también para la mayoría de votantes no socialistas, que de nuevo sufren a un PP incapaz de curarse sus mil complejos.
A partir de ahora, el Partido Popular gobernará a la deriva en minoría, y el proyecto de ciudad que se esperaba para esta legislatura se ve gravemente comprometido a causa de esas oenegés, desleales y chiringuiteras, que viven del negocio migratorio que fomentan.
Desde aquí quiero expresar mi solidaridad con Fernando Martínez, persona de principios y con una vocación política inquebrantable. No voy a ocultar que nos profesamos mutua estima. Por eso me atrevo a decir, y él me perdone, que Fernando es un excelente partido, pero Peggy Sue le ha dado calabazas, y se casó con un tal Mohamed.
Alabada sea Ayalatolá.