POLÍTICA ANDROPAUSICA
© Fernando Garrido, 14, VII, 2014
En política actual quizás valga todo y lo peor, pero es seguro que hacer el papelón de dignísimo conduce no sólo a la melancolía, sino hacia la irrelevancia y después a la extinción.
No gobernar cuando se tiene la obligación moral –mandato lo llaman- otorgada para hacerlo, es una irresponsabilidad que además convierte en falso e inútil cualquier discurso de intenciones pasadas o presentes.
Lo digo porque desde hace al menos cuatrocientos días venimos observando cómo un partido cuando se empeña en hacerse un ovillo repetitivo, inane y caricaturesco a propios y ajenos, resulta tan llano tener éxito en el empeño como jugar con un arma cargada, apuntada hacia abajo con el índice en el gatillo y pegarse el tiro en el pie calzando un descomunal número de clown.
Y así, sin más remedio, se acaba la fiesta -o el tiroteo- fuera de pista haciéndose curas con vendas usadas que ya no sirven para recuperar las extremidades necrosadas.
Por otra parte, pretender “machadas” cuando no se está en plena disposición y nadie de los “selectos” a tu alrededor se atreve a diagnosticar una cabalgante “andropausia” conduce –en términos erótico balísticos- a gatillazos estrepitosos.
Trasladen esto a esa actitud política que consiste en no reconocer haber perdido facultades o, lo que es casi lo mismo, cosechar la mitad de la representación en Cortes, habiendo disminuido también el favor de gran parte del electorado en europeas, y seguir como si tal cosa, eso sí, prescindiendo de quienes advierten de ese mal por incómodos, inservibles o desleales.
A partir de ahí, emprender una huida retrospectiva de melancólicas añoranzas y querer subir de nuevo, megáfono en mano, al estrado cajón, para brindar con sildenafilo por los viejos tiempos, como si nada hubiese pasado.
Pero sí, ha pasado, y en ello quizás los mejores se quedaron arrastras, tendidos por el camino. Y ese partido, que supuestamente se situaba en las antípodas de quienes gobiernan a golpes, tiene hoy, sin embargo, ya más parecidos psicológicos y cosméticos con algunos de sus contrarios, que diferencias ideológicas.
Contar inmigrantes en oscuros anocheceres del alma, como aquel que cuenta borreguitos en la tórrida y tropical "noche toledana", puede resultar un buen estupefaciente para el insomnio de caudillos fallidos y adormecer a incondicionales en el seno de un Morfeo “ultra” putinesco para ser finalmente tragados en las fangosas tinieblas de aquello que los enemigos dicen, pretenden y necesitan que seas.