© Fernando Garrido, 14. II, 2022
Castilla y León, después de ayer, tiene la gran oportunidad de ser en el Mundo un lugar mucho más seguro. Tiene la posibilidad de ser un territorio a salvo de las fuerzas totalitarias que están marcando en España las agendas separatistas, terroristas, comunistas y de todos aquellos que pretenden acabar, infiltrados en la democracia, con su espíritu y el de la Civilización Occidental.
El resultado de las elecciones, si el Partido Popular no vuelve a traicionar al votante -ni a sí mismo-, asegurará un bloque de gobierno nacional liberal-conservador que, desde el corazón de Castilla la Vieja, haga frente a los desmanes del sanchismo disolvente y centrífugo.
Vox es consciente de que no hay tiempo que perder para ponerse a trabajar.
Gallardo ya ha sido designado vicepresidente por Santiago Abascal. Sólo queda que Mañueco sea ungido presidente por Pablo Casado.
Esto puede parecer extraño, pero a estas horas no se sabe nada, y lo que ambiguamente se dijo en la noche de ayer parece apuntar -con mojigatería melindrosa - a lo contrario. En cualquier caso, parece que el Partido Popular no ha asimilado que la jornada de reflexión dio paso a la de votación, y que el escrutinio ha arrojado una suma inexorable y posible para un gobierno decente (31+13=44).
Pero con el ya acostumbrado estilo autodestructivo y acomplejado, se están pensando todavía si verbalizar carraspeando “treita y uno”, o sanar su discurso con la vigorosa píldora de “Fórmula 44”. O tal vez seguir tragando el bebedizo toxico de ricino estomagante, que es el dislocado centrismo excéntrico.
La victoria del PP ha sido técnica y no teórica; la estrategia no ha resultado, y la táctica se ha revelado auto lesiva y errática.
Su objetivo hacia una mayoría absoluta, ha quedado reducida a un escuálido logro de tres procuradores más (29<31).
Hoy, Castilla y León –virtuales, Estragón y Vladimir-, ya tienen vicepresidente; pero de momento, como en la tragicomedia del absurdo “Esperando a Godot” de Beckett, el presidente no acude a la cita.
La alternativa a la formula 44, para el Partido Popular, no será otra que la invisibilidad por sublimación del bipartidismo, sentados a la mesa de los socialismos, comiendo las gachas del dialogo univoco de SNCHZ, con tropezones soberanistas, filo-terroristas, comunistas, nacional-socialistas, y otros picatostes enemigos siempre de las leyes y de la libertad.