SECRETOS OFICIALES, SECRETOS DE ALCOBA
© Fernando Garrido, 6, V, 2022
Dicen que sucedió en el Madrid de los cincuenta. Es una de las llamadas leyendas urbanas que, como tantas leyendas de las otras, tiene por protagonistas a un hombre y una mujer. Ambos existieron, nacieron, vivieron libres en el siglo XX.
Una historia que inició una tarde en la Cervecería Alemana de la plaza de Santa Ana, o en Chicote de la calle de Alcalá, o en el Villa Rosa, o en la venta de Manolo Manzanilla. Y acabó, eso sí, en el hotel Hilton de la Castellana.
Él era torero y ella actriz. El resto de la historia es imaginable. Chico conoce a chica… y todo lo demás. Salvo un genial detalle que nos la trae hasta aquí.
Concretando y abreviando. Una mujer de bandera que desea ser amada por un toreador. Torero que desea lidiarse a una Estrella. Y al lío… Una primera noche de “amor” desenfrenado. Un sí con ovación rotundo, correspondido, voluptuoso, húmedo, efímero… pero amanece y el torero satisfecho tiene prisa por marchar del nido.
Ella yace en el lecho con ganas de más. Él se levanta y recoge su ropa. Ella le dice:
-Por qué te estás vistiendo dear ¿Dónde vas tan a prisa darling?
Y el torero apresurado, responde:
-Donde voy a ir muñeca ¡Pues a contarlo por Madrid!
Si no lo han adivinado, él se llamaba Luis miguel Dominguín y ella era la gran Ava Gardner, el sueño y símbolo sexual de todo varón de aquella época.
A cuenta de qué viene este cuento. Pues a que tal como el célebre diestro hace más de medio siglo, ayer, un miembro de la terna (indepe), con porte de picaor chuleta y jactancioso, emulando al maestro, la hizo igual: dejó descompuesta y antes de tiempo a la amada querindonga Comisión en la Carrera de San Jerónimo, para salir corriendo, ansioso, a contarlo todo.
Le falto el tiempo para dejarse poner alcachofas en las barbas y ser el primero de entre los traidores en largar lo sucedido e informar a todo quisque de lo que a estas horas ya se sabe e irá conociendo con detalles de sesgo y parte.
Media hora antes de que el resto de sus señorías convocadas a la cita se levantaran de la mesa, las televisiones y digitales ya daban detalles de lo que todavía, discreta y secretamente en sede parlamentaria, daba cuenta la directora del Centro Nacional de Inteligencia del Reino de España.
La comisión era la de Secretos Oficiales y él, el diputado Rufián -valga la redundancia-, que ante cámaras y micrófonos, afligido y medio gimiendo, se zurrismeaba en los pantalones que no ha ganado ni sabe llevar.
La Comisión se había resistido virgen durante décadas a aquellos trúhanes que presumiblemente la violarían.
La alcahueta SNCHZ les metió en la alcoba, y ya lo han hecho, ya lo hicieron y dicen que lo volverán a hacer… Es lo que tiene el acostarse con bocazas desleales, delincuentes, golpistas impenitentes y violentos criminales.
La revelación de secretos oficiales es un grave delito de alta traición a las instituciones del Estado.
No esperen a la Abogacía ni a la Fiscalía del Estado acudir a defender a la Nación de la manada independentista. Pero no se preocupen, hoy se impone la trasparencia, repetida una y mil veces, para dar cobertura al instrumental de traiciones obscenas y la pornografía de las políticas socialistas.
“Transparencia” es el nuevo slogan mántrico de los sofistas del desgobierno oscuro, opaco, y ojalá que noqueado.
SNCHZ, no lo duden, es un agente doble que ha resucitado el embeleco del destape de los setenta como forma de supervivencia. Mientras, todo se prostituye y colapsa alrededor suyo.