CASUALIDAD
© Fernando Garrido
Para entonces ya había quedado atrás el tiempo de la hierba brillante y del esplendor en las flores.
Era media tarde cuando por casualidad nos conocimos. Yo estaba allí y Ella llegaba. Alguien en común nos presentó: fulanito de tal, aquí fulanita de cual. Intercambiamos una breve conversación superficial, imprecisa e inconclusa.
Ella habló de su universo y yo de otros versos.
Fue otra casualidad que a la tarde siguiente nos encontrásemos en el mismo lugar, y ya no tanto que el día después la enviara este mensaje:
“Dime que hoy me invitas a un café a las cinco, o si prefieres lo digo yo”
Ella no se hizo de rogar.
Aun quiero creer, pero nunca sabré si no fue otra cosa o por casualidad que nos viésemos esa tercera y, quizás, última vez.
De aquellos tres momentos perduran la lírica fascinación de lo deseado y una duda fáctica: fue pura casualidad o era Ella la casualidad.