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© Fernando Garrido, 28, I, 2025
Según escuchábamos la semana pasada, a falta de otra mejor conmemoración internacional, concretamente el lunes, se celebraba, por así decir, el día más triste del año. Pero como aquí, en España, siempre nos plantan en vanguardia a la hora de adherirnos religiosamente a toda ridícula y extravagante invención que se le ocurra a cualquier idiota con cobertura mediática, al parecer y decir del gobierno, hemos ido a mayores apostando al alza en el negociado de la melancolía.
Porque nosotros, como sociedad, nos cuentan, estamos padeciendo una ola de dolor y sufrimiento sin igual, a consecuencia de un ómnibus fallido que, si bien es como llaman en muchos lugares de Hispanoamérica al transporte colectivo, aquí, en la madre patria, tiene su acomodo en el congreso de los imputados como trágala de ley omnívora con ruedas de molino para la oposición, donde igual que se revalorizan pensiones y se emiten bonos de transporte público, se concede impunidad a los okupas, se regalan palacetes a la avarienta burguesía vasca, lo mismo que dan alguna calderilla a afectados de la DANA y obsequian con lluvia de millones a los MENAS, se inventan nuevas tasas, se suben gravámenes, se convalidan impuestazos, se instaura la censura de estado y, en fin, se evacua toda la mierda que sus diputeras señorías llevan dentro con las espinas de su rosa nostra pegadas al trasero.
El ómnibus, como diría un apócrifo Forrest, Forrest Gump, es una caja de Pandora donde no sabes en qué partes del cuerpo te van a tocar, si en el Sudán, en el Tetuán, en los Países Bajos o en Buenos Aires. Pero es seguro que algo que no esperas va envuelto en el oropel de la bombonera.
Aun así, el dolor y el sufrimiento social omnímodo existe, ya lo vemos, pero es producto de la inflación y la tremenda deuda pública, de la salvaje presión fiscal, del paro, de la inseguridad jurídica empresarial y ciudadana, del intervencionismo omnipresente, de la criminalidad, de los ilegales mantenidos, de la pobreza propia, de los disparates woke, y sobre todo del escándalo que trae la corrupción de quien gobierna este país que constituye la mayor falsificación de sí mismo que pueda hacerse sin necesidad de maula más auténtica, ni más tristes días oficiales.
Por lo demás hoy es martes, en Toledo para algunos un día alegre por ser la mañana de mercadillo, y digo bien porque entre trapos, bisutería, menaje, frutas y hortalizas, es muy divertido escuchar la verborrea de los vendedores publicitando a viva y alta voz su mercancía. La pasada semana uno de ellos me hizo sonreír, decía:
¡Vendo, vendo, vendo moda a precio de botón y regalo los vestidos!
Ante semejante despliegue de ingenio mercadotécnico romaní, no pude menos que comprarle un botón chino a precio de un Armani. Y le dije, usted sí, sí que podría hacer carrera, como relatista de Moncloa… ¡Corra que se acaban...!