© Fernando Garrido, 11, II, 2025
Debo admitir que no me resulta agradable escribir sobre este tema, y sí muy descorazonador; pero sería cobarde e hipócrita no hacerlo y sin embargo apelar a la verdad cuando uno hace opinión y crónica política contra todo lo que se mueve en el tristemente actual páramo de las indecencias y traiciones partitocráticas.
Así que, aquí va un brindis al sol, como sufrido torero en un coso de tercera, sabiéndose acreedor de alguna cornada porque el lote está muy toreado.
Al lío. Cuando escuché la semana pasada a ese joven burgalés, portavoz recién dimitido, hablar sobre la constante fuga de talentos de su partido, comparto lo evidente, aunque creo que precisamente el dicente no ha demostrado ser uno de ellos pues, bien al contrario, ha destacado por gastar bastante torpeza. Dejémoslo ahí.
Pero además, su llegada y fulgurante ascenso en VOX no fue producto de la democracia interna del partido, sino del arbitrario y falible dedo del mismo jefe al que ahora achaca ese mismo pecado gracias al cual él mismo fue encumbrado. Pues lo suyo fue, sin esfuerzo ni previa demostración talentosa, una dulce patada hacia arriba que lo colocó como cabeza de cartel y posteriormente vicepresidente de esa malograda coalición en el gobierno de Castilla y León.
Puedo añadir que, entonces, al susodicho nadie lo conocía, ni fuera ni dentro del partido en cuyos actos ni en su burgalesa sede de la calle de la Paloma había pisado jamás, porque en realidad lo dieron el carnet muy poco tiempo antes para directamente concurrir y liderar los comicios regionales. También recuerdo bien como, ante el inesperado anuncio, un presidente provincial, temiendo peligrar su puesto en cabeza de lista, salió inmediatamente piándola en el Diario calificándolo de paracaidismo. Luego hubo de tragarse sus palabras que nada gustaron en Madrid, porque además para el niño Juan tenían, menos mal, reservada pista por Valladolid. Hasta aquí lo gallardo sin quitar lo cortés.
Ahora voy con otro alguien a la que quizás Quevedo espetaría aquello de: “entre clavel y rosa, su majestad es-coja”.
Se trata de cierta compromisaria expulsadita que llegó a VOX en 2019 rebotada -o botada a secas- del Partido Popular y que ahora, defenestrada, va impúdicamente llorando por redes y medios promocionándose con un invento que ha llamado “recupera tu vox”, o sea el suyo de ella, aquel en que la iba bien subidita en el machito, cuando medraba rápidamente camelándose con desparpajo a quien arriba correspondía, encendiendo velas a santa Trepa, san Codazo y a santa Zalamera.
“Mocita dame el clavel, que pa' eso no hay que tener mucha vergüenza ni poca”.
En aquel entonces al parecer no importaba tanto la democracia interna, ni el talento, ni la participación de los afiliados a los que, por cierto, se encargó de tapar la boca al tiempo que hacía limpia de todo aquel que pudiera hacerla sombra y crítica. La historia es la que es. Algunas veces el destino tiene reservada una litrona de la propia bilis.
Azarosa es la justicia.
Por mi parte recomiendo y deseo que primero se recupere a sí misma de esa losa de hipocresía y, sobre todo que, si puede ser, pida perdón a cuantos malamente pisó y dejó tirados en su camino. A algunos de ellos jamás los podremos recuperar.