DIALÉCTICA SOCIALISTA
© Fernando Garrido, 24, V, 2024
Varios ministros y cargos del presente gobierno pertenecen al partido comunista y otros lo son estratégica o intelectualmente. Varios miembros y socios de este gobierno pertenecen a partidos fascistas o filofascistas. Ninguno lo declara así, sin embargo, todos dicen ser los únicos y auténticos demócratas. Ellos, sus amigos, familias y esposas declaran ser la Nación, el Estado y la Democracia. Pocos rechistan en contra, mañana menos, luego será nadie…
Como todo el mundo sabe, o, al menos a estas alturas debería de saber, el comunismo es una rama o corriente del socialismo. El fascismo es otra de esas ramas en contigüidad arborescente. Aunque este antipático vástago gris generalmente se ha sacrificado a beneficio y justificación del más amable, a la par que peligroso, homologo rojo.
Si bien han experimentado alguna evolución cosmética adaptada a la moral, la industria y tecnología de la época, en su realidad teórico-práctica, ambas corrientes no son muy diferentes en sus pretensiones finalistas: un estado totalitario, monolítico, de partido único que dirige una sociedad formada por individuos virtualmente iguales, educados en un pensamiento único y dogmático a determinar.
Es decir, un ser sin libertad personal ni propiedad privada, siempre al servicio del estado, esclavo de los dogmas que en cada momento convengan a la supervivencia del sistema socialista representado por una élite (sacerdotal) acomodada, que dirige en vertical a la sociedad.
En un sistema socialista la democracia no cabe o viceversa, sólo sirve inicial o nominalmente como coartada o paso previo para instaurarse mediante la intervención sistemática de sus instituciones. El socialismo casi siempre llega así, contaminando poco a poco las democracias hasta su estrangulamiento y liquidación.
El socialismo no es izquierda ni derecha, es imperativamente todo. Es una teología política del estado donde nada puede quedar fuera de él. Bajo su cúpula (panóptica) de control total, cualquier crítica a la verdad oficial, cualquier oposición o disidencia al régimen, al partido o al líder, se depura.
La mentira, la agitación, la propaganda, la amenaza y el terror, son sus fases y armas contra la libertad y la naturaleza humana.
Hoy el socialismo contemporáneo y posmoderno se hace más escurridizo y peligroso, pues usa planteamientos estratégicos en una dialéctica retórica entre ambas corrientes (comunismo-fascismo) hermanas e igualmente criminales, en busca de audiencia (electorado) adecuándose al grado de predisposición social, oportunidad y coyuntura histórica.
Comunismo-fascismo, son como esas dos hermanas que, envidiosas, se pelean por ser una u otra la más buena o más guapa, que compiten por obtener los favores paternos, familiares, de amigas, amigos o pretendientes. Dos hermanas genéticamente afines que se repelen por intima competencia achacándose mutuamente los defectos propios.
La socialdemocracia, en ese sentido, es un curioso invento de post Guerras que se justifica en oposición al comunismo y al fascismo, pero en realidad es la síntesis de ello.
La socialdemocracia es un producto sintético de lenta disolución que alcanza hoy un alto grado de implantación, según el país, contaminando las democracias con sus formas, principios y esencias antiliberales y por tanto antidemocráticas.
El actual gobierno de España reúne “lo mejor” de esas doctrinas inhumanas en un solo paquete, envuelto en el “papel regalo” llamado “progresista” que, bajo su oropel populista demagógico, contiene toda la batería de perversiones que han llevado a las naciones a la miseria y esclavitud.
Por tanto, son esa la clase dirigente intocable de lo que ya se atisba como un régimen de servidumbre socialista.