© Fernando Garrido, 9, X, 2024
He leído recientemente en prensa que desde el ayuntamiento de Burgos pretenden llamar a consultas a la plebe para rebautizar a ese estepario páramo urbano al que, acertadamente, llamaron Bulevar del Ferrocarril en recuerdo del camino de hierro que hasta inicios de la presente centuria pasaba por el lugar.
Pero el problema del Bulevar no es en verdad una cuestión nominal, sino ser un yermo erial para el transeúnte y una auténtica trampa vial para el tráfico rodado.
Decía Borges, con razón, que el peor y más terrible de los laberintos no tiene una forma intrincada, sino que es en realidad la línea recta, única y precisa.
Ya lo creo. Buen ejemplo de ello son los ocho kilómetros del Bulevar cuando uno comete el error de caer en la trampa. Creo que no soy el único en verlo así. Su capacidad y efecto disuasorio es sobresaliente y proverbial a tenor del escaso tráfico que se arriesga a trajinarlo.
Aun así, a pesar de encontrarnos con una moderna y amplia vía urbana de dos carriles por sentido, resulta que obligatoriamente se circula en fila india porque a derecha tenemos un carril cubierto de cemento gris que parece reírse de nosotros, siempre desierto, exclusivo para el taxi o el bus, tan ausentes de allí que uno llega a pensar que tal vez dicho carril no exista y sea sólo un espejismo producto de ese terrible y lineal laberinto borgiano del que resulta harto difícil escapar.
Felizmente, pero poco, hace ahora tres años a alguien, con buen criterio, se le ocurrió que quizás hiciera falta poner alguna rotonda a la vez que reorientar señales y semáforos a favor de aliviar el dislate, facilitando el giro hacia la huida por algún agujero de salida de esa rectilínea ratonera.
Pues he ahí que al parecer el intento fue declarado herético, porque trasgredía el sacro proyecto original, responsabilidad del lejano estudio suizo Herzog & Meuron que, aparte de no entender cómo somos ni vivimos aquí, supongo cobrarían lo suyo y algo más por proyectar esa utopía dogmática que preconiza una ciudad naif para un porvenir eco sostenible y demás carestías.
Error y vano esfuerzo. Esto es la ancha Castilla, cuya realidad no responde a las maravillas ni ventajas de la estrecha vía -o desfiladero alpino- que profetizan para Burgos desde aquella Basilea las señoritas Binswanger y Nürnberger, diseñadoras del alongado laberinto, quienes opinan que harán falta 20 años más de sufrimiento para que se vea lo bien que lo hicieron.
Así, nos tememos que, de producirse el milagroso pronóstico, muchos burgaleses que hoy lo pagan ni lo verán.
Por eso, aunque no por darle un nuevo nombre va a mejorar, propongo llamarlo el Páramo o el Laberinto de los Profetas, para conjurar que ese reloj suizo happy flower se adelante un poco, si puede ser…