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© Fernando Garrido, 21, I, 2025
Lo de Donald será seguramente lo más comentado en las próximas jornadas, y también el resto de legislaturas (auguro dos, a pesar de la actual prescripción constitucional) que estará al frente de los Estados Unidos de América como máximo mandatario. Se oirán de él, sobre todo, las atrocidades que no han dejado de escucharse desde hace más de una década, cuando míster Trump alzó su extravagante tupé hacia el estrellato del gobierno imperial americano.
La política mundial siempre ha sido asunto perogrullescamente complejo. Nadie, ni aquellos insignes mundólogos son capaces de colocar las piezas del puzle para hacer una composición acertada de la situación presente y mucho menos la futura. Pero no cabe duda de que USA, aun habiendo experimentado una notable rebaja de su papel hegemónico durante el último cuarto de siglo, sigue siendo -y así lo deberíamos celebrar- la potencia de referencia del llamado mundo occidental, nacido hace alrededor de tres mil años entre el Egeo y el Mediterráneo, trasferida desde el siglo XX al Nuevo Mundo norteamericano.
Este que suscribe no va a hacer un vano intento de desentrañar la arcana e imposible situación internacional de esta nueva era Trump y su trascendencia en lo que, a nuestra diatriba, entre servidumbre socialista o soberanía liberal, respecta.
Así pues, creo que el regreso de Donald en cualquier caso es una buena noticia. Me baso en algo simple: bastará preguntarse ¿Quiénes se declaran enemigos y odian a Trump?
Para responder no hace falta mirar a China, Corea del Norte, Cuba, Venezuela, Rusia, al Golfo Pérsico… bien que en España tenemos, precisamente, al solemne cabeza hueca que, aventajando a sus socios comunistas, ya se ha querido significar como primus inter pares europeo y bestia roja contra lo que llama “tecnocasta neoliberal” estadounidense.
SNCHZ, siguiendo el manual del salvaje hechicero autócrata populista, necesita y se sirve de Trump como espantajo, o fachantagonista, con que oficiar exorcismos que justifiquen y escondan sus inmensas fechorías, contradicciones e incontables falsedades.
Pero me temo, celebro y espero que ni la momia del Pardo-Mingorrubio, ni míster Donald, puedan solucionarle el problema en el oscuro anochecido de su corrupta animadversión.