Santiago Sastre,
Bolo Feroz, un nuevo caso de A. Alpesto,
Toledo, Ledoria, 2021, 305 pág.
A Santiago siempre estoy debiéndolo alguna cosa. Ahora tengo la ocasión de pagarle su generosidad con esta ligera y breve reseña. Por tanto, no puedo ni debo ser considerado un lector carente de una cierta entrega prejuiciosa a la hora de comentar la obra. Dicho esto, vamos al lío…
Santiago Sastre Ariza es profesor de la UCLM y miembro numerario de la RABACHT. Colaborador columnista en ABC y poeta en el más amplio sentido. Tiene publicados más de diez poemarios, varios cuentos y piezas dramáticas. “Bolo Feroz”, es su última creación en el terreno narrativo, perteneciente a la por ahora trilogía del detective Augusto Alpesto. Personaje que por cierto, a muchos se nos antoja alter ego del autor.
Como dato íntimo a la vez que técnico, diré que el método y proceso creativo de Santiago es muy peculiar, además de fatigoso. Él, como su detective, recorre cada lugar y palmo por donde discurre su novela. Visita y se entrevista con personas, conocidas o menos, que lo proveen de material informativo, de inspiración y que muy probablemente serán peones que después moverá en el tablero de su particular Cluedo al pesto toledano. Retales de conversaciones y pedacitos de muchos de nosotros están por ahí entretejidos en la trama. Búsquese, o sálvese quien pueda…
La trama de intriga policiaca -o negra si se quiere- es una declarada excusa o soporte para desplegar todo el aparato mental y vivencial que el autor posee de su Toledo natal y residencial. Como él bien dice, en realidad “es la Ciudad la verdadera protagonista”, todo lo demás queda supeditado a mostrarla encadenada como en aquellos acordeones de postales que tanto éxito de venta tuvieron antes del megabit y la cámara telefónica. Postales ora panorámicas, ora detallistas, y siempre con figuras y escenas costumbristas del Toledo actual.
Debo decir que, de cuando en cuando la narración por un afán híper descriptivo, se desplaza un punto más allá de lo literario asemejándose al frio y televisivo doblaje para ciegos; y otras veces, emerge como una suerte de acotación propia del género dramático -que el propio autor ha cultivado-, dando cuenta de aquello que sucede o debe suceder fuera del diálogo para facilitar su puesta en escena. por eso, en algún momento el teatrillo mental del lector puede quizás verse algo desbordado.
Al igual que en las anteriores entregas, la novela está dotada de bolos extra que, en un toma y daca, ruedan por el pinball de la novela en forma de banda sonora, de menús del día y sugerencias bibliográficas, porque no faltan a cada paso una canción que suena al fondo, o la cata de un manjar, y citas o referencias al contenido de un determinado libro o autor.
Es también una característica de la prosa de Sastre, el desdoblamiento textual entre la narración factual y la glosa puntual de su razón ética, antropológica, científica o histórica. Para ello, suele desplegar una serie de breves excursos con voluntad divulgativa de un lado y moralizante de otro, que cuando adquieren tono de moralina paternalista u opinión subjetiva sobre polémicas de actualidad, me encuentro personalmente a menudo en desacuerdo, por cuanto no comparto ciertos dejes de la particular concepción santiaguina del mundo; pero entiendo que sí sea pisto más digerible para el tipo de lector que no haya perdido aún la inocencia. En definitiva, en nuestras discrepancias sentimentales se halla la condición necesaria y suficiente de nuestra amistad. Y como Santiago afirma que para él “escribir es una forma de hacer amigos”, pues eso, yo tampoco.
El término “bolo” tiene en toledano varias acepciones: en sentido carnal se refiere al miembro viril, v.gr. “tócame el… Manolo”; en el plano psicológico o conductual denota una cierta inconsistencia mental, una inocente bobería, o directamente un tonto con su tontada; por otra parte, en el mundo de la farándula, hacer bolos es ir de gira fuera de Madrid, porque era aquí, a Toledo, donde mayormente se venía de jarana.
Pero de dónde venga en realidad este gentilicio apócrifo, asignado a Toledo, nadie lo sabe. Unos dicen que de los clérigos toledanos que se formaban allá en Bolonia y eran llamados bolonios a su regreso. Otros que de las bolas de munición para cañones que se fundían en la Fábrica de Armas.
Un mester virtualmente fundado por este nuestro singular arcipreste poeta que por las calles de Toledo va, componiendo versos en su particular cuaderna vía postmoderna, sirviéndose del ingenio, el verbo común y la expresión popular, encontrando la eficacia comunicativa para la intriga, a la vez que la comicidad y la loa a la Ciudad. Una lectura desde luego recomendable para quienes gusten pasear y experimentar sensaciones distintas por un Toledo negro y a color.
Santiago Sastre,
Bolo Feroz, un nuevo caso de A. Alpesto,
Toledo, Ledoria, 2021, 305 pág.