MELODRAMAS ASTROLÓGICOS
© Fernando Garrido, 25, I, 2023
“Han dado en decir algunos que el delito de la poesía en España fue tener comercio con el desengaño, haber comprado algunas verdades en la tienda de la filosofía moral, transportarlas a la corte y aunque las confitaron los poetas, con todo eso se ofendieron de la amargura y cayó la poética de los solios, pasó a tratar con pajes, luego bajó a barrer los zaguanes de los señores, después anduvo de taberna en taberna y vino a depositar sus huesos en el carnero de un hospital.”
Cámbiese de este texto “poesía” por ciencia, política o periodismo, y “poeta” por político, expertólogo o tertuliano. Sugiero también que dejemos “pajes” como está y sustituyamos “corte” por parlamento. Por lo demás, arriendo al arbitrio del lector hacer cuantos cambios adicionales crea oportunos. En cualquier caso creo que obtendrá, con poco esfuerzo, un cuadro pluscuamperfecto -aunque paródico- de la maldita y rabiosa actualidad.
Pero ahora es de justicia presentar al autor de esa mordaz e inquietante parrafada.
Se llamó Diego de Torres Villarroel, nacido en Salamanca 1694 y finado allí también en 1770. Un enorme heterodoxo con empleos que ahora diríamos ser en modo discontinuo. Mutatis mutandis, fue: médico, hidrólogo, meteorólogo, experto en apicultura, catedrático en matemáticas, teólogo, clérigo, iniciado en parapsicología, astrologo, hombre oracular, vendedor ambulante, bordador, bailarín, torero, músico, poeta, actor y dramaturgo…
Quién da más. Pues crean que buscando lo hay.
Mas, me temo que este Villarroel es hoy un absoluto desconocido para todos, es natural, sobre todo para quienes hoy mandan aquí. Aquellos que dieron por buena su formación en los pupitres del graduado escolar elevado a título universitario y luego, con menos de cuarto y mitad de bachillerato, obtuvieron un doctorado donis causa.
En fin, volviendo al discontinuo Villarroel, a pesar de tantos quehaceres, ganó fama y fortuna gracias al oficio de astrologo, por el que fue apodado “el gran Piscator salmantino”. Sus originales almanaques de predicciones anuales fueron muy celebrados, ganándose el favor de supersticiosos en una sociedad en que abundaban, de arriba abajo –como ahora- aquellos dispuestos a creer cualquier cosa. Aunque si bien es cierto que de otros –ilustrados- el personaje fue tachado de estrafalario. Extremo que él mismo nunca negó. Muy al contrario. Tuvo el salero de alinearse, como el que más, junto a la hueste de sus detractores, vertiendo opiniones sobre sí mismo tales como:
“Ríete de mí y de los demás compositores de almanaques, porque el más sabio es un embaidor que sólo estudia en hurtarte el tiempo y el real de plata. Yo, por la misericordia de Dios, nada te debo, porque siempre te he vendido mis mentiras con desengaño.”
Aun así, burlándose tan sinceramente, obtuvo la cima de popularidad a costa de Luis I que, aunque algunos se sorprendan, existió tal rey en España. Si bien el suyo un fue reinado sietemesino, cuyo final estuvo vaticinado por Villarroel en su almanaque “Melodrama Astrológico” de 1724. Lo hizo de esta forma sibilina e imprecisa:
"Se muda el teatro en salón regio. Muertes de repente que provienen de sofocaciones del corazón y algunas fiebres sinocales con delirio"
El arte adivinatorio basado en la astrología, el horóscopo y los zoo-diacos, no ha decaído desde entonces. En días pasados una ministra, de cuota conyugal y de género comunista, ha confesado que ella, como algunas otras de su casta, guía su vida – y por ende, creo que la de los demás- según las predicciones del Horóscopo Negro.
Tampoco esto sorprende, pues en España y buena parte del exterior se sigue ya oficialmente el método astrológico oracular para averiguar las buenas nuevas o catástrofes –preferiblemente esto último- del porvenir.
Así las cosas, no bastando con el cansinéo permanente del achicharramiento global o de esos asteroides errantes -que no terminan de llegar-, ahora se anuncia que “el núcleo del planeta azul deja de girar, que está parando máquinas para meter la marcha atrás”.
No, no se trata de un método anticonceptivo natural sino de la nueva superchería apocalíptica a la que ya se ha adherido -y con fruición- ayer mismo en sesión parlamentaria el Piscator dr. SNCHZ que, en su afán narcisista y egocéntrico, es él el mismísimo el centro de la Tierra y del Universo.
A expensas de lo cual, siguiendo el habitual método de resiliencia peregrín, quizás aproveche la oportunidad para plantar millones de palas eólicas, a modo de marcapasos para animar al centro del planeta a seguir bailando a izquierdas con él, y ya de paso prohibir el uso del gas y del dinero en efectivo, o se nos obligue a pisar descalzos o practicar sexo del revés.
Quedémonos mejor con ese hombre orquesta que fue nuestro Diego de Torres Villarroel, placebo de idiotas, escandalo de profetas, envidia de ganapanes y maestro de honestidad al buen entender, que tuvo el cuajo de afirmar:
“años ha que te estoy predicando desde mis prólogos que no creas en las adivinanzas y acertijos de la astrología y eres tan obstinado que no sólo has creído a mis despropósitos, sino que has dado adoración a todos los zangarrones y patas de cabra que salen jurándoles de oráculos con su gorra, bigotes, anteojos y compases (...) Ni hay tal arte en el mundo, ni se enseñan semejantes locuras, porque todos los aforismos astrológicos son sueños, delirios y embustes”.
“Yo pronostiqué la muerte del malogrado Luis y la desgracia fue que murió. El celo de los físicos de su cámara, su ciencia y buena aplicación (aun con el aviso de la astrología) acudió a remediar el libro de su vida que se descuadernaba. Pregunto: ¿le curaron? ¿le dieron vida? No ¿Pues quien lo acertó, el astrólogo que lo previno un año antes o el médico que no lo acertó nunca?”