© H. Steppenwolf, 23, IV, 2022
Ayer, según el observatorio meteorológico de la capital, se registró una precipitación acumulada de 14,4 litros por metro cuadrado, o sea casi todo el día lloviendo y con rabia. Es decir, casi cuatro cubos de los de fregar vertidos en cada cuadrilátero de un metro por un metro de pavimento imperial. Una barbaridad.
Mas no por eso los empleados municipales del servicio de limpieza –como es habitual- dejaron de salir con nocturnidad a dar palos al agua con su manguera. Agua, agua y más agua; la manga riega que aquí nos llega hasta las trancas.
Así, a golpe de manguerazo, tenemos los empedrados y adoquinados descarnados, decapados, reventados, con calvas, sin junturas y desechos a causa de la paliza que los meten cada día con el maldito chorro de agua a presión. Una práctica destructiva y despilfarradora que nada viene a solucionar, porque la vieja ciudad sigue siendo un mierdero, aunque vengan cantando aleluyas bajo la lluvia acida de esa política defectuosa que desgraciadamente corroe la ciudad.
Mientras se ejecuta a píe de calle el baldeo baladí, canalones, tejados, balcones ventanas, cornisas y azoteas, son señoreadas por decenas de miles de palomas. Aves defecadoras de mal agüero. Ratas voladoras que esparcen sus ácidos e insanos excrementos por toda la vieja ciudad, causando múltiples problemas de salud pública y daños a los edificios vecinales y al patrimonio histórico artístico; amén de la vergüenza y bochorno estético que supone tener el centro decorado con salpicaduras de palomina esparcidas por todas partes.
Todo es surrealista.
Tanto que la realidad aquí se ha reconvertido en un relato mítico poético que tiene a la alcaldesa como rapsoda.
Un cuento de Nancy Piruja de Famosa, repartiendo a sus palmeros generosas dosis de alcahuetamina, tanta que ya hubiese querido tener para sí “la puta Celestina” de Fernando de Rojas, bajo el sobaco.
Tienen la ciudad encerrada en la ficción, bajo las siete llaves del horror y el espanto. Tienen a Toledo con el agua al cuello y “haciéndose ricos sin tino echándonos cada día agua al vino”.
Me pregunto por qué se despilfarran los recursos públicos de esta manera estúpida y qué necesidad existe de ello, qué eficacia tiene; a no ser que alguien se lo este llevando...
Recursos extraídos con avaricia al vecino que cada día es más pobre sometido a la quiebra moral y económica, al terror fiscal confiscatorio del socialismo demagógico, mentiroso y atávicamente delincuencial.
Esto es el regar sobre lo mojado en la frívola irracionalidad que impera en la administración de la cosa pública toledana.
El gasto inútil de un bien escaso, que además contradice las políticas piji-progres de la cofradía de la sostenibilidad. O, será que no lo hemos entendido bien y que la estampita de San Sostenible lleva por lema: “sostenme la copa por favor, que me parto de risa de los toledanos”.
La quínola, la fatuidad e incompetencia para la gestión de los recursos del equipo de gobierno municipal, bajo la advocación de la “Madonna del Cencerro”, es un completo desastre y un insulto permanente al ciudadano.
Está claro que tendrán que ser otros los que deben venir -a no tardar- y limpien la ciudad de la plaga de tarascas, pajarracos y caganidos que llevan cuarenta años de toma y daca, gestionando el alterne y la alternancia bipartita, porque ya se sabe que, “entre bomberos [toreros] no se pisan la manguera”.