NI ARQUÍMEDES NI MARX
© Fernando Garrido, 22, VII, 2023
Al parecer fue Arquímedes de Siracusa (c. 287 - 212 a. C.) quien dijo, “dadme una palanca lo suficientemente larga y un punto de apoyo, entonces moveré el Mundo”.
¿Era en realidad Arquímedes un espabilado que pretendía epatar a sus congéneres en el ágora con fanfarronadas?
¿Sabía el griego que tal longitud y punto de apoyo eran no sólo improbables sino imposibles fuera de la abstracción teórica e idealizada de la realidad?
Seguramente sí y su afirmación muestra la arrogancia y peligros que las ideas pueden adoptar y su capacidad de mover, no la Tierra, sino las conciencias en el Mundo.
Desde Arquímedes y mucho antes ha habido muchas palancas y apoyos ideológicos para embelesar a incautos.
En el siglo XIX el socialista Carlos Marx construyó su palanca profética para el colapso –inminente- del capitalismo condenado, según él, a la autodestrucción.
Desde entonces sus acérrimos seguidores y apoyos oraculares continúan apalancando para destruir -desde dentro- los sistemas democráticos que, a pesar de su declarada intención, les abrazan en su seno como hijos predilectos.
Me refiero a ese punto de apoyo llamado progresismo que, en toda forma y vertiente, ha construido el dogma 2030 y su palanca ideológico climatológica contra el estado del bienestar que, paradójicamente, dicen haber otorgado a la humanidad, ahora bajo promesa de una nueva felicidad pobre-sista con cartilla de igualdad universal para el racionamiento individual.
Un ejemplo de esta perversión nos lo trae la verdirroja sibila alemana Ulrike Herrmann, cuya profecía prescriptiva nos amenaza en su exitoso libro “El fin del capitalismo”, donde expone su teoría del "decrecimiento" que enfatiza en la necesidad de salvar al Mundo interviniendo a la baja en el nivel de vida (occidental).
Esto no es una ocurrencia inocua ni aislada, pues ya podemos comprobar en nuestras vidas cotidianas que ese proceso está en marcha, aplicado con gran entusiasmo por la Unión Europea, donde la alemana Ulrike parece tener bastante predicamento entre las izquierdas hegemónicas que van introduciendo un mismo discurso que reclama un “racionamiento alimentario” como primera medida urgente y necesaria para frenar el “crecimiento económico insostenible”.
O sea, ir hacia una esclavitud revestida de felicidad, circularidad, solidaridad y demás paradisíacas celestialidades de la estafa verde neo paleolítica.
La cosa es muy seria. Ya lo vemos y lo están diciendo que, a no tardar, impondrán por nuestro bienestar una cartilla de racionamiento. Los pasos se están dando. Uno de ellos –imprescindible- es la supresión del dinero en efectivo que pretende -sin ocultarlo- la UE.
Así, el metálico que hoy garantiza aún alguna libertad y protección frente a ideas, creencias e instituciones devoradoras, será sustituido por un dinero fantasma administrado por el Estado en esa abstracción plastificada, obligatoria, vacua y meramente simbólica.
Será sin efectivo, mediante la tarjeta de crédito -convertida en cartilla de racionamiento- que se determinará arbitraria y contingentemente en qué y cuánto puede ahorrar o gastar cada ciudadano. Por tanto, las finanzas y consumo de cada cual será lo que el poder-estado quiera que sea, justificado en salvar al hombre de sí mismo, el hombre malhechor.
La desaparición del dinero efectivo es la palanca necesaria hacía la estatalización total de bienes y conciencias, es decir, para el advenimiento final del comunismo "irreversible".
Quién lo iba a decir. Pues aquí quede dicho, que ni las teorías de Arquímedes ni de Marx moverían jamás la Tierra sino la conciencia de incautos.