OH, SANDY, IN MY HEAVEN FOR EVER
© Fernando Garrido, 9, VIII, 2022
Hoy todos los Danny Zuko que en el mundo quisimos y deseamos ser, hemos perdido a nuestra carnal princesa en el autocine de verano, en las Summer Nights de aquel tiempo impreciso que es, que fue, la juventud.
Hoy, mi Danny Zuko mortal y rosa ha perdido definitivamente la oportunidad de bailar con ella un rockanrol en la pista del instituto Rydell, o ser electrizado en la fiesta final de curso por ese impresionante pibón con pendientes de aro olímpico, y estupefacto exclamar:
Honey, you’re the one that I want.
Hoy los Danny Zuko que en el mundo somos, porque quizás fuimos Travoltas de disco-bar, barrio o plazuela, cantamos solos bajo una luctuosa cúpula de estrellas:
Oh Sandy, Sandy why, oh, Sandy In heaven for ever and ever we will be, oh, please, say you'll stay, oh, Sandy Sandy.
Ahora, mi Danny interior tiene que hacer la esquela obituario de Olivia Newton-John. Sustancia femenina que, muriendo, se nace en mito eterno de celuloide antiguo, o remasterizado en esta época en que lo clásico, dicen, no termina de morir mientras que de su basa no acaba nada de brotar, porque han sido derogados, cancelados y proscritos los grandes relatos para la Humanidad.
Es sin embargo por siempre Olivia Newton-John, Sandy, esa niña bien, rubita, de lacio cabello, esa pija australiana vestidita de tul con canesú que pretende presentarnos a sus papás; pero que esconde un misterioso hechizo para transformarse en la más sexi diosa de la tarde, en gacela escultural que mueve sus caderas enfundadas en unos leggins negros imantados con brillantina. Esa nena de virginal porcelana que rompe el molde vítreo para mí; que roba la irresistible mirada y la salvaje melena ensortijada a la mismísima Gorgona Medusa, dejándonos de piedra, indefensos y rendidos ante la pantalla, en aquella eterna apoteosis de Grease antes de aparecer – tal como hoy- un previsible e indeseado THE END.
Hoy, el mágico descapotable rojo con capó de cristal de aquellos cálidos sueños de verano, parte definitivamente con nuestra chica hacia el olimpo de los cielos.
Ella, Olivia-Sandy, estará por siempre en el imaginario pop de varias generaciones que, sin teléfono celular ni tecnología multimedia, teníamos una de las más poderosas herramientas de inmortalizar, que es la memoria e imaginación cinematográfica.
Oh Sandy, we go together, right rama, lama, lama, di dingy, di ding ki dong. Remember forever, as shuap shuaruap dubi di dinki pum, chang-chang, changadee-chang-chibop, wahoo, yeah…