© Fernando Garrido, 12, I, 2022
Los precios en rojo sobre el negro original son noticia, deseo y codicia en la vida cotidiana de la cuesta de enero entre pitos, peceerres y gaitas castellano leonesas.
Como la hojarasca, siguiendo el ciclo estacional, la moda se cae, se rebaja, se salda, se amortiza y renueva para volver a empezar con el avance de la próxima temporada. Hasta aquí, lo habitual de la mercadotecnia del prêt-à-porter democrático, todo según el vaivén cronológico establecido: Black Friday, Santa Claus, Reyes Magos y finalmente las espectaculares Rebajas de Enero. Pero entre medias del ritual festivo consumista, encuentro algo chocante que me invita a reflexionar. Me explicaré ahora mismo.
Me sorprende el hecho por una parte y de otra me preocupa, sobre todo por el tufo a imposición ideológica de cuotas discriminatorias. Hedor que ahora parece extenderse a la raza.
Me sorprende además que las cadenas del textil dirijan su publicidad a un público de piel color hormiga que representará, en el mejor de los casos, un uno por ciento de la población masculina en España.
Ojo, esto no es racismo, vaya usted a la mierda, es simplemente el reconocerse en una realidad antropológica por la cual nos identificamos con el biotipo que, por nacimiento, nos ha correspondido. A partir de lo cual se deducen una serie de pautas y preferencias estéticas, determinadas por diferencias evidentes, que primeramente tienen acomodo en el sentido común estético y la experiencia sensitiva, pero también su proyección en datos sociológicos, estadísticos o demográficos.
El espejo donde mirarse será el mismo en que lo hace Brad Pitt, DiCaprio o G. Clooney, y no en el de Eddie Murphy, Jackie Chan, Moctezuma, Gengis Kan o Gandhi. Esto otro sería un cómico disparate.
Pero cabe preguntarse, qué hay detrás del espíritu mercadotécnico de esas empresas que emplean elevados presupuestos en una publicidad enfocada, no al gran espectro de posibles compradores como sería lógico, no al gran público, sino a un escuálido grupo muy dispar y de dudosa fidelización a esas compañías de moda.
¿Será la nueva tendencia por la cual se nos seducirá para que enegruzcamos hormonalmente nuestra piel, ensortijemos nuestro cabello y exageremos quirúrgicamente el morramen para convertirnos voluntariamente otra cosa?, ya que se proclama que es urgente reinventar, reciclar y reeducar al varón blanco heterosexual, por ser pecador universal y de alta gama.
Y anoto otra cuestión ¿Aun siendo más rostro pálido que una rústica pared de cal y teniendo ochocientos apellidos castellanos, pero sintiéndose uno negro y además gallego de Argentina, podrá alegar racismo cuando por ejemplo lo despidan del trabajo por absentismo? Y al tiempo ¿podrá optar a múltiples pagas o ayudas por ser miembro de una minoría en supuesto riesgo de exclusión?
La caja registradora del sentimentalismo volitivo no para de hacer clin, clin, clin. Siempre, invariablemente a costa de expropiar el patrimonio material y espiritual ajeno.
Apúntenlo porque no es broma. Aspectos así de extravagantes se están legislando y subvencionando ahora mismo en este disparatado reino Jauja de garzones, oteguis y rufianes, donde los pájaros disparan a las escopetas y se matan las moscas con plumas o a cañonazos; donde, por ejemplo, se reconoce a un sindicato de manteros, aunque la actividad sea furtiva e ilegal.
Una vuelta de tuerca que vendrá a sumarse al resto de resortes puestos ya en marcha para la desestabilización civilizatoria, dirigida hacia al Gran Reseteo de la humanidad y el ocaso del individuo libre.
Intuyo también, como altamente probable que el próximo Papa de la Santa, Católica, Apostólica y Romana será, por acuerdo tras bambalinas, su Negra Santidad. Y quizás, de ahí para abajo, una pléyade de Otelos que gobernarán reinos temporales de atomizados súbditos torrefactos…