© Fernando Garrido, 24, IV, 2024
Para todo hispano parlante decir “piscina” es hablar de un gran vaso, construido de tal forma y medidas que pueda contener bastante volumen de agua para cumplir funciones como el baño refrescante, placentero, deportivo, higiénico o ritual. En algunos casos la piscina también puede cursar como elemento decorativo y singular de paisajismo o para la cría de especies acuáticas, vegetales o animales.
En ciertos casos la piscina ha sido escenario de muertes por ahogamiento, o de asesinatos con lustre cinematográfico que acaban en un póstumo chapuzón del cadáver.
Recuerdo ahora, por ejemplo, aquella magnifica secuencia inicial de “El Crepúsculo de los Dioses” donde el cuerpo de Joe Gillis, un desafortunado guionista de segunda, aparecía muerto flotando boca abajo, mirando (es un decir) al espectador. Un genial y audaz recurso narrativo, al servicio de la tensión dramática, que Billy Wilder regaló al séptimo arte, situando la cámara en escorzo contra picado desde el fondo de la piscina, mientras una voz en of se compadecía del cadáver con estas palabras:
“Pobre diablo siempre quiso tener una piscina, al final consiguió una, solo que el precio resultó muy alto”.
Buf, nos tememos que, al igual que ese desdichado, los individuos, familias y comunidades de propietarios de un swimming pool en esa parte de España que Cataluña es, pueden ir preparándose para que les salga muy cara la osadía de su acuático deseo cumplido.
Pues la Generalidad les amenaza ahora con declarar a sus empiscinadas casas como “refugio climático”. No es cachondeo, con ese belicista término -entre extravagante, cursi y pedante a la vez- acuñado por la floreciente industria centiretrograda de “el clima global y español nos roba”, vienen a imponer que este verano instaran al ciudadano que no posee piscina (la inmensa mayoría) a que se pase por la casa de los que sí a pegarse un baño y quién sabe qué más.
Aparte de que la ocurrencia ocasionará no pocos conflictos, al fondo de la cuestión está el rostro diamantino que gastan los que están llevándoselo a espuertas, y que operativamente descargan siempre la responsabilidad en otros de su nefasta gestión; en este caso del agua que se arroja al mar por la falta de un plan hídrico, que se niega a aceptar ese nacionalismo carterista, desleal, corrupto e insolidario.
El inquietante concepto, “refugio climático”, es como los piscinazos del manual culé. Otra estafa ideológica vehiculada con el neo lenguaje del plan de negocio apocalíptico, que usa del victimismo y el terror como cortina de lluvia tras la cual operar (expoliarnos) impunemente.
De verdad, quisiera ver cómo son acogidos, por ejemplo, esos ilegales, manteros, okupas, bichicomes y, lo que es aún peor, cualquier castellano parlante de a pie en los piscinones de los Puyol, los Aragonés, los Mas, los Borrás, los Colau, los Junqueras, los Piqué, los Laporta y compañía.
Este que suscribe, estaría encantado de hacerles una visita en plan hortera, armado de un gran radiocasete estéreo vintage, con música cañí. Digamos que, para agradar, el “Y Viva España” interpretado por Manolo Escobar, junto a otros pasodobles toreros…
Apuesten algo a que ya se blindarán con aforamiento piscícola para que a ellos no les toque tirarse a la piscina rodeados de la “chusma” y la plebe que les mantiene.