© Fernando Garrido, 24, X, 2022
Una estrategia típicamente socialista –pero no sólo- para encubrir el saqueo del dinero público y financiar el clientelismo corrupto, consiste en licitar proyectos innecesarios u otros no tanto que no se concluyen nunca o que, finalizados con un enorme desembolso, no se ponen en marcha para unos años después licitarlo de nuevo, dedicandolo al mismo u otro uso diferente.
Tal es el caso de ese mamotreto de la vergüenza que quisieron llamar “Quixote Crea” y también lo que parece ser “el extraño caso del Hospitalito del Rey”, cuya remodelación y dotación fue concluida hace muchos años; pero nunca se reabrió a pesar de que los partidos de oposición al régimen junto a la sociedad toledana, no dejaron de reclamar su apertura inmediata para residencia de ancianos, que es para lo que fue rehabilitado y lo que con anterioridad venía siendo.
Haciendo historia muy reciente, durante la plandemia dura, gran parte del mobiliario e instrumental fue expoliado del inmueble por la administración regional, suponiéndose –en el mejor de los casos- que fue aprovechado como dotación de urgencia para el nuevo hospital universitario.
Ahora, tras más de un año de trabajos en que han pasado por el Hospitalito todos los gremios habidos y por haber, además de la adquisición de nuevo mobiliario e instrumental, parece que ya está listo para albergar un –criticado e indeseado unánimemente- centro para enfermedades mentales graves que ha debido de costarnos varios millones de euros. Parte de los cuales habrán quedado en abultadas contratas para la clientela, dar contento a cleptómanos oficiales y saciar tragaldabas de vaca asada con papel moneda.
Aunque aún se desconoce cuándo llegarán los primeros pacientes internos al “hospital de locos”, no estaría de más ir pensando en incluir al Vizconde de La Mancha en la lista de espera, pues es de casi todos conocido los problemas de bipolaridad que últimamente lo acompañan, agudizándose a medida que se acercan las citas electorales.
Porque –sin ánimo de ofender a los locos honestos- el Vizconde, como aquella célebre caricatura del loco que creía ser Napoleón Bonaparte, unas veces quiere ser SANTIAGO ABASCAL y otras FEIJOY o esa dulce INÉS arrimada al precipicio.
Pero, aunque el Vizconde napoleón se vista de pena, en Pepe Botella se queda ahogando su melancolía en la bodega del barco a la deriva del pesoe, esclavizado por su señor Pedro “el psicópata”, al que quizás tampoco le vendría mal, por el bien de España, ser internado junto a su bizcochado siervo en nuestro noble Hospital, frente a la Puerta de la Feria de la primada Catedral.
Al menos eso -que no es poco-, saldría ganando un Toledo que, si no lo remedia poniéndoles una camisa de fuerza en las urnas de mayo, de momento ha perdido su antigua residencia en y para los mayores del Centro Histórico.