Puede escuchar este artículo haciendo clic abajo
© Fernando Garrido, 20, I, 2025
Dicen de él que no hace mucho era un músico sin empleo estable y bastante mediocre, sin embargo, es un tipo tan modesto que, perteneciendo al clan familiar del Gran Cacique, por humildad y discreción, adoptó un seudónimo a fin de no abusar ni usar su apellido en vano para obtener ventajas ni hacer carrera de él.
Todo el embrollo comenzó un buen día y por casualidad: David Azagra, -que así se hacía llamar en el despiste- estaba navegando por la red cuando encontró en el océano Google un anuncio a la deriva. Se trataba de una oferta pública de empleo que llevaba puesto su nombre antes de que concluyera el plazo de inscripción y selección del resto de aspirantes ¡Qué casualidad!
Así pues, el puesto era suyo sin más ni más. Él era el apriorístico elegido, estaba predestinado a hacer sonar su corsaria flauta en el caladero de los suculentos fondos públicos de una diputación, la de Badajoz, cuyo presidente y diputados, pertenecientes al partido del Gran Cacique, se sorprendieron al conocer, -según dicen- mucho tiempo después, que en realidad habían contratado, al venerable hermanísimo, sin siquiera sospecharlo… ¡Qué afortunada chiripa!
Pero si no fuera poca esa suerte para todas las partes implicadas, el puesto de David Sánchez Pérez-Castejón –que este sí es su verdadero nombre- consistía en ser de nueva creación para ejercer una labor absentista e indeterminada, que reinterpreta aquella lamarkiana premisa de “la función crea el órgano”, que en este pacense caso evoluciona hacia el prevaricato donde “la corrupción crea al zángano”. Esto es, a la persona floja, torpe y holgazana que se sustenta de lo ajeno (DLE, dixit).
Así es como el susodicho fue nombrado jefe o director de una oficina a donde no hay que acudir a trabajar, porque al parecer ni siquiera existe. Tanto que, ni aquellos que le contrataron, ni él mismo, sin duda afectados de amnesia, recuerdan el qué, ni el dónde, ni para qué.
Algunos malpensados se preguntarán que siendo jefe de algo tendría algún indio subordinado, pero qué va, él es jefe a secas, absoluto, sin más atribución, pero con una retribución cercana a los 60.000 eurazos, más dietas y gabelas, de los que, claro está, tampoco se ha de pagar a Hacienda siendo un trabajo fantasma e inexistente.
Así pues, no hay caso ni nada de nada. Todo esto se ha basado en recortes de prensa interesados en alimentar lauferes y groseras bulerías para manchar la honorabilidad del Gran Cacique, que ahora legisla en caliente para mantener a salvo e inmunizar a su familia, la cercana y las otras a las que ha de amamantar a costa de la teta de la cosa Estado.