MADRID COPERNICANO
© Fernando Garrido, 19, XI, 2023
“Madrid será la tumba del fascismo”, rezaba un eslogan, evidentemente fallido, que ha quedado retratado en la recalcitrante memoria nostálgico melancólica y selectiva de la contienda incivil.
Hoy desde luego, a pesar de que a algunos no se les caiga de la boca ni debajo del agua, hablar de fascismo es anacrónico, aunque el término haya venido a sustituir a ese abominable bicho llamado “coco” con que antaño se asustaba a los niños, tal que: “no hagas esto o lo otro que vendrá el coco”.
Lo cierto es que ninguno vimos jamás a semejante monstruito, pero funcionaba para mantenernos obedientes en alerta.
Hoy creo -que con acierto- ese tipo de infundios para motivar el miedo a la infancia se ha desterrado, pero no así sucede con los adultos que, tomándolos por imbéciles, en España se lo sacan a pasear en procesión diaria, aunque ni saben de dónde salió ni en qué consiste ese coco fascista que, en todo caso, más se compadece y es afín a quienes lo esgrimen en andas como un detente de exorcista.
Lo cierto es que Madrid, afortunadamente, es hoy la mayor esperanza para derribar el muro de la vergüenza, levantado con adobes de mentiras, por las mafias sancho-golpistas, y recuperar el orden constitucional democrático para la nación española.
La manifestación de ayer, y el resto de movilizaciones cívicas que se vienen sucediendo -y no cesan- así lo atestiguan.
No obstante, aún existe alguna parte de compatriotas pasivos y de la oposición activa al ominoso régimen que ha interiorizado y no expulsa de sí el fantasioso demonio del ultra coco. Pues no han comprendido de veras que es una mera engañifa pueril de perspectiva geométrica aplicada arteramente a la política.
Es decir, a partir de un centro dado, que puedo situar donde se me antoje, doy un valor cardinal al espacio circundante con respecto a ese punto caprichoso que, pongamos por caso, me auto otorgo para definirme ego centro del universo conocido.
Ya sabemos cómo esto sucedía, por ejemplo y sobre todo, desde mucho antes de que Nicolás Copérnico nos girase una letra a vencimiento de la razón acientífica.
De ese modo es como la izquierda ultramontana (hoy no existe otra) razona manipulando en términos extremos la posición del adversario en relación a su propio dogma-doctrina –pretendidamente central- pero en realidad totalmente alejado y excéntrico respecto a lo que sí puede considerarse el único centro homologable, no caprichoso –porque así se decidió entre todos y democráticamente-, que es la lealtad y observancia de la ley en cuyo núcleo está –de momento- perfectamente señalado en la Constitución.
BOLA EXTRA