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© Fernando Garrido, 6, I, 2025
Hoy conmemoramos esa epifanía surgida de una estrella prodigiosa, que al parecer guio a unos magos o sabios desde Oriente hacia su destino en Belén, predicando en una larga travesía la buena nueva.
Eso fue, desde luego, un predicar con el ejemplo del esfuerzo. Un antiguo hacer que correspondía a aquellos prohombres que eran referencia para el pueblo. Pero hace ya mucho que esa es una cuestión inasequible en la lista de posibles del imaginario político, moral y colectivo, donde casi no hay hombres ejemplares y los magos son meros bandidos.
Aunque de allá para cuando, en alguna rarísima ocasión, se produce el extraordinario acontecimiento. Pues ahora es la ocasión de contemplar ese excepcional fenómeno. Se trata del ejemplar y esforzado cumplimiento de la jornada laboral hiper reducida que sus señorías, por decirles de algún modo, se aplican concienzudamente a sí mismas y en exclusiva, porque no volverán al trabajo parlamentario hasta el próximo mes de febrero.
¡Atenta, YOLI, que te la pegan! Eso sí es reducir el horario laboral, ríanse patronal, sindicatos y el mismísimo monacato cisterciense de las Huelgas Reales también.
Mientras, la ciudadanía verá progresistamente vaciada su capacidad adquisitiva, sus rentas del trabajo, sus bienes y ahorros en virtud de la última subida de cotizaciones e impuestos, que hace la número 82 desde que en 2019 llegase SNCHZ, el incorrupto, al poder junto a ABLS, su escudero. Ambos ya venían de casa apuntando maneras de tenor y soprano, avistando la estela de ZP, el metafísico comisionista, y seguida por RJOY, el zángano bostezante. Tres magos en eso de crujir al pueblo.
Y nada parece ser suficiente para sostener la gran estafa piramidal del régimen feudal en que han convertido a las democracias europeas las élites extractivas, que justifican el terror fiscal bajo las urgencias del milenarismo meteorológico. Cruzada contra los elementos que en España se da de manera sobresaliente.
Y es que siempre fueron necesarios los conflictos, bélicos, religiosos, sociales o de cualquier índole, para encumbrarse una clase superior, parasitando a las de abajo.
Por ejemplo, el IRPF o impuesto sobre la renta de las personas de verdad, que hoy constituye el mayor expolio y fuente de ingresos de los estados, fue creado en 1799 por el gobierno británico para financiar los enormes gastos de la guerra contra Francia. Terminado aquel conflicto, el dinosaurio continuó allí, y fue replicado por las demás naciones hasta crear inmensos parques jurásicos, pues con el tiempo se han sucedido las guerras a la par que los impuestos e inflación que las impulsan y sostienen.
Ahora toca Ucrania, Palestina, Siria…, y en casa la caza del fantasma walking Franco dead, la fachosfera feroz o la huella carbónica del clima que se avecina, sin olvidarnos del reciente virus chino.
Y siempre, siempre, aparecen los señores o magos de la guerra, que la crean para erigirse en vacuna y cima estamental de un sistema vasallático, construido a través de su relato épico contra ese enemigo creado e inventado para esconder y practicar el latrocinio, los chanchullos y las mordidas, los pisitos y chaletazos, las gachís y los gachós, el empolvado nasal y todo lo imaginable incluido en el kit básico de nuestros diputeros felices y nuestras femiputadas happy woke.
Nada otro. Es la ejemplar banalidad del hedonismo político a costa de saquear el patrimonio ajeno… Nosotros sí que deberíamos tomarnos unas vacaciones fiscales indefinidas, es decir, hacer huelga y no la guerra, que para magos, los de Oriente…
¡Felices Reyes! Y que la buena magia nos acompañe, al menos en este día.