© Fernando Garrido, 25, XII, 2021
Mi particular e intuitiva sensación del trasfondo que subyace en la acostumbrada retórica paternalista del discurso de Nochebuena, es que ayer SCHZ se hizo presente en la pantalla a través de su Majestad que, convertido en Monchito VI, interpretó el guion sanchista en forma y fondo. Lo primero a través de una amanerada prosodia progre, junto a un lenguaje corporal de maniquí de telediario-espectáculo. Por su parte, el fondo del mensaje portaba, entreverada, la sumisión al discurso programático implicado en el Gran Reseteo, postulado por la agenda totalitaria 2030-50.
Juan Carlos, tras su decisiva intervención el 23-F, se abrazó a los socialistas y ahí comenzó su particular y largo caminar hacia Abu Dabi. Un trágico destierro táctico para quien, con una edad avanzada, ha reinado en España una cuarentena de años.
El PSOE durante casi tres décadas le reía las gracias, le colmaba con amantes, le tapaba devaneos, le permitía e instaba a hacer negocios y trincar comisiones. Porque en definitiva, corona y partido socialista practicaban la misma cosa en fraternal connivencia.
Así, oportunamente su Majestad J.C. I, fue convertido en un viejo juguete roto, inservible para juergas y corruptelas, pero útil para airearlas todas juntas y justificar el linchamiento de la Institución monárquica para la consecución de los propósitos separatistas y revolucionarios que se iniciaron con la presidencia del narco comisionista ZP.
Su hijo, Felipe VI, tuvo recientemente el gran momento histórico con la intervención tras el 1-O catalán y algunos coleteos posteriores.
En esta ocasión no existen amantes, ni comisiones. Creo que más bien se trata de una cuestión estratégica para la supervivencia de la corona familiar. A tal fin se entrega Felipe como rehén a sus atávicos enemigos, calculando que estos lo permitan reinar tranquilo, aunque sin discurso ni corona, para que un día a le suceda Leonor, sin presentarse a elecciones.
Ha tomado la vía equivocada aceptando el vil chantaje en que perderá, sí o sí, la corona y tal vez la cabeza. Esto último no lo digo yo ni el Dr. Joseph-Ignace Guillotin, es el deseo expresado por algún que otro integrante de las fuerzas de progreso del bloque en el poder.
Recordemos aquella expresión popular del trágala, procedente de unas coplas que sonaban a inicios del XIX. En aquella ocasión se trataba de liberales contra monárquicos, a propósito de la constitución de Cádiz (1812).
En realidad, la copla original era de cuño liberal, y la respuesta de los absolutistas sobrevenida después para defenderse.
Ramón de Mesonero Romanos, en sus Memorias de un setentón, transcribe los versos originales de la coplilla:
«Por los serviles / no hubiera unión, / ni, si pudieran, / Constitución. / Pero es preciso / roan el hueso. / Y el liberal / les dirá eso: / Trágala, trágala, / trágala, trágala, / trágala, trágala, / trágala, perro».
En aquel momento el trágala quedó desbaratado. Pero no tenga Felipe VI la seguridad de que el trágala republicano, esta vez no de liberales, sino del bloque liderado por el separatismo y secundado por el PSOE & Co. para derribar el régimen del 78, triunfen a no tardar. Quizás en un par de décadas, ¿2030-50? Le suena Majestad; pues adelante con los faroles. Reserve residencia para usted y su familia en Abu Dabi.